Hace un par de días conversaba con un grupo de amigos y por algo surgió el tema del racismo, de por sí sensible y espinoso, y más a partir de que alguien tuvo la ocurrencia de negar que en su entorno se presentaran actos de ese tipo de conductas.
No conozco un lugar, ni creo que exista, en el cual no haya alguna clase de racismo, de clasismo o en el que no sean cotidianas las manifestaciones discriminatorias hacia determinados sectores en especial minoritarios, y por lo tanto, vulnerables.
Tipos de racismo
Con el fin de contextualizar es más o menos importante mencionar que se habla de cuatro tipos de racismo:
Racismo aversivo:
Es sutil, y lo ejercen personas que se declaran contrarias al racismo. Guardan distancia frente a los “diferentes”, no buscan empatía y se muestran poco dispuestos al acercamiento. Son hipócritas.
Racismo etnocentrista:
Se basa en la superioridad cultural de determinado sector que juzga una amenaza aquello diferente; una amenaza cultural. Según ellos los demás deben someterse a lo predominante, que ellos representan. Sus actitudes rechazan costumbres, religión, creencias y lenguas de otras etnias o culturas.
Racismo simbólico:
Aprueba el derecho a la igualdad, pero con matices, lo que provoca segregación y distanciamiento. El mejor ejemplo son las “reservaciones”.
Racismo biológico:
De principio sostiene que una raza es biológicamente superior y se siente amenazada por las otras que pueden afectar a esa raza principal y superior. Niega derechos a las otras razas, sostiene que deben ser excluidos, y tal vez exterminados.
Racismo en el mundo
En Estados Unidos y algunas naciones europeas han surgido en los últimos años organizaciones fundamentalistas, que plantean entre sus objetivos la “limpieza racial”, el “exterminio de razas inferiores” o la “eliminación o expulsión de extranjeros perniciosos”. En América Latina, ningún sector social, partido político y menos un gobierno se declara racista ni habla de razas superiores o inferiores, aunque en la práctica sea normal ver indicios ya sea de desprecio, de abandono o de desinterés.
Sin embargo el racismo y la discriminación están muy presentes en nuestras naciones latinoamericanas, y tal como menciona París (2002), “el racismo se expresa generalmente de manera más difusa. Desde las apreciaciones estéticas más difundidas en la publicidad, en los medios de comunicación, en las relaciones interpersonales, familiares, amorosas, de amistad o de compadrazgo, hasta las formas de inserción en el mercado laboral: la “buena presentación” exigida para ocupar puestos visibles, como los de recepcionista o secretaria, las consideraciones ocultas para la promoción a ciertos cargos”.
¿Indiferencia hacia el racismo?
Negar el racismo es mentir a conciencia, es querer cerrar los ojos ante la realidad y “lavarse las manos” con un deslinde personal que a veces suena falso. No creo que valga la pena mencionar los lugares donde las expresiones de racismo son más intensas y ominosas, todos conocemos casos y escuchamos y vemos las noticias, y lo más triste es que en el día a día lo vemos como un incidente común y sin intervenir.
Tal vez nosotros mismos incurrimos en acciones racistas a lo mejor sin percatarnos o con alguna rebuscada justificación, porque a nadie le agrada que le tachen de racista.
Al “diferente”, al que se juzga inferior se le mira con un aire de superioridad, con un odioso gesto como de indulgencia para recalcar la presunta distancia económica o racial. Se le tutea, se le habla golpeado y se le ordena, siempre con la estúpida sonrisa dibujada por la satisfacción ante la angustia o la inquietud del otro.
Se discrimina por cuestiones raciales, políticas o religiosas a los afroamericanos, a los indígenas, a los migrantes, y aunque se escuche demagógico a los desprotegidos; al débil, al vulnerable, a quien no se puede defender.
Racismo en Latinoamérica
En Latinoamérica el racismo se dirige principalmente hacia el afroamericano, el indígena, el oriental y el migrante. Se le desprecia, se le agrede, se hacen chistes a su costa, se le relega y se le humilla. Ah, pero al extranjero rubio, al blanco de ojos claros y a la güera hermosa se les trata como reyes. Tal actitud lleva implícito un complejo, ya que se sobrevalora la apariencia física y se asignan rangos a partir del color de piel, de ojos, de cabello y de presencia en general; aunque el individuo vista fachas y esté todo despeinado. Con el de piel obscura sucede todo lo contrario, se le trata mal sólo porque sí, por nada, por ser como es.
Menos mal que no se les asesina como sucede en algunos países africanos, donde las eternas luchas étnicas causan multitud de muertes cada año; verdaderas masacres sin sentido que cuesta trabajo digerir.
¿Qué es el clasismo?
El clasismo es un poco diferente pero igualmente reprobable. La esencia del clasismo es aprobar la diferencia de clases y aceptar su consecuente discriminación. Se nutre de prejuicios, de estereotipos y de vanidades.
La frustración de un individuo que ha sido rechazado, discriminado o humillado se traduce en exactamente las mismas actitudes contra quienes considera en un nivel inferior al suyo, vengando de ese modo las afrentas recibidas en un intento por reivindicarse.
Cambiar de nivel en la escala tácita de clases es bastante complicado, sobre todo ascender, porque hay una barrera invisible pero poderosa que le impide al individuo superarse en ese aspecto.
No se trata de recursos económicos, es algo más sutil, ya que personas que han tenido éxito económico sin importar la actividad, en su aspiración por elevarse en la intangible y engañosa estructura social optan por cambiar su domicilio a una colonia más cara y simplemente no se “encuentran”, no se sienten cómodos, y los vecinos contribuyen para que sea así al darle un trato diferente y verlo “por encima del hombro” como para “ponerlo en su lugar”. Para ellos es un “naco”, un “indio”, un advenedizo, un forastero que le resta categoría a la zona. Hay una frase que lo ilustra y que se usa mucho: “La mona aunque se vista de seda mona se queda”.
¿Qué hacer contra la discriminación?
Tal vez el primer paso para corregir dichas actitudes negativas sea reconocerlo sin hipocresías. Es bueno recordar que no hace mucho, a mediados del siglo XIX, aún se debatía acerca de si la mujer era igual al hombre, es decir, si contaba con las mismas capacidades.
Tampoco hace demasiado, durante los siglos de la conquista de América y la posterior esclavitud se discutía si acaso el “negro” era poseedor de alma. A los naturales, a los indígenas se les consideró seres con alma, y por lo tanto sujetos a la esclavitud y al adoctrinamiento.
Decir que en un lugar hay o no hay racismo resulta una afirmación sumamente relativa; la intolerancia existe al igual que su opuesto la tolerancia. Me parece que la cuestión, la verdadera interrogante es ¿qué tan racista o tan clasista eres? Es un comportamiento muy humano que ha estado presente a través de los siglos y que difícilmente desaparecerá; al menos por completo.
Por tal razón, si la conducta discriminatoria no es excesiva puede pasar por ser un proceder normal, ya que dependiendo del entorno, a la vez que todos somos “algo” discriminadores también somos discriminados en un ámbito distinto al nuestro.
El ser humano por naturaleza es arrogante, orgulloso, egoísta y a veces insensible. No hay remedio, somos imperfectos, ambivalentes, capaces de mostrar un detalle de nobleza y al minuto otro de la peor perversidad.
Referencias
París Pombo, María Dolores, 2002, “Estudios sobre el racismo en América Latina”, Política y Cultura, Núm. 17, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, México, consultado en: https://www.redalyc.org/pdf/267/26701714.pdf
Rodríguez, Sonia, 2019, “¿Qué es el racismo y qué tipos de racismo hay?”, consultado en: https://eacnur.org/blog/que-es-el-racismo-y-tipos-de-racismo-tc-alt45664n-o-pstn-o-pst/
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